3.11.10

Vivir para contar

Y ahí estaba yo. Mi habitación, la clínica, mi habitación, la clínica. Sí, mi rutina. Las rutinas después de un tiempo te aburren, y te dejan la libertad de entrar en reflexión. Y esa fue mi consecuencia.
Nunca tuve en cuenta que mi punto de vista sería como lo es actualmente. 
¿Qué harías si te enteras que te queda un escaso tiempo de vida? Creo que la mayoría de las personas eligiría hacer infinitas tipos de cosas que siempre quiso hacer, y nunca tuvo la oportunidad; decirle a sus seres queridos cuánto los aman, entre otras cosas. Ahí es donde se rompe nuestra rutina; es decir, reemplazamos nuestras actividades habituales para hacer lo que siempre quisimos hacer. Pero... ¿De verdad lo gozaríamos? ¿Realmente seríamos más felices de esa forma, alejándonos de nuestro entorno, de nuestra base... de lo que nos transformó en persona? No voy a negarlo, pero yo siempre tuve ese tipo de pensamiento, ese pensamiento que gozar la vida de otra manera ante semejante predicción, como la muerte. 
Cada vez me sorprende más la mente humana: opinamos de una determinada forma, pero cuando todo se vuelve realidad... la opinión ya no es opinión: es un sentimiento y está dentro de nosotros. 
Y si yo tuviera que elegir... eligiría seguir con mi rutina, así de sencilla. No, no, no, de ninguna manera escribiría cartas para los demás, porque de ésta forma los condenaría a una depresión total debido a mi ausencia. Las cosas que ya no están más, forman parte del pasado, y ahí es donde tienen que estar. Si no van a dejarme ir... no voy a irme, y ustedes van pagar las consecuencias.
Y si pudiera pedir un último deseo sería no tener ésta enfermedad terminal... Pero no todos los deseos pueden cumplirse. 


[Aclaración: Esta entrada no está inspirada en mí ni en nadie, fue una ocurrencia para explicar algunos de mis puntos de vista.]
Agustina 

No hay comentarios.: