7.7.10


Ser o no ser, ésa es la cuestión: si es más noble para el alma soportar las flechas de la áspera fortuna, o armarse contra un par de adversidades y darles fin en el encuentro. Morir, dormir, nada más. Y si durmiendo terminan las angustias y los mil ataques naturales herencia de la carne, sería una conclusión seriamente deseable. Morir, dormir... Dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo; pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno, ya libres del agobio terrenal, es una consideración que frena al juicio, y de tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién soportaría los azotes e injurias de este mundo, el desmán del tirano, la afrenta del soberbio, las penas del amor menospreciado, la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo, los insultos que sufre la paciencia, pudiendo cerrar cuentas a uno mismo con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas, gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida, sino es por el temor al más allá, la tierra inexplorada de cuyas fronteras ningún viajero vuelve, detiene los sentidos y nos hace soportar los males que tenemos antes de huir hacia otros que ignoramos? La conciencia nos vuelve unos cobardes, el color natural de nuestro ánimo se mustia con el pálido matiz del pensamiento, y empresas de gran peso y entidad, por tal motivo se desvían de su curso y ya no son acción.

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