Estos días estuve riendome, tratando de no estar en casa para no pensar, pero el problema no es que no quiera pensar... El problema es que no quiero enfrentarme a la soledad. Tengo miedo de qué es lo que me pueda llegar a encontrar, de perder los estribos y no querer lucharla más. De querer abandonar todo y no poder seguir. Y aunque tenga hombros para llorar, prefiero hacerlo sola o no hacerlo y debilitarme.
Estuve tratando de hacer como si no me pasara nada, engañandome a mí misma y me lastimé más. Tanto hasta el punto de no querer dormir una siesta para no despertarme de mal humor y tener que pensar.
Pero no hay nada que yo pueda hacer. Y por primera vez en mi vida voy a aferrarme a una idea madura y confiar en esto: tengo que dejar las cosas ser, porque aprendí que, cuando las forzas, salen peor, y que tenga que pasar lo que tenga que pasar, y soportar lo que venga.
En este momento no queda otra opción que aceptar la "derrota", podría decirse así, no insistir más, y dejarlo ser...
Agustina
1 comentario:
Me gusta mucho como escribes. Te sigo.
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