18.12.10


Él le caía bien a todos mis sentidos, salvo cuando su esposa era el tema para hablar. Cuando su confesión lastimó mis oídos me dije: no la escuches, no te ahogues en su mar. Yo abrí de par en par mi alma y dejé que saliera mi secreto peor. Disimulando lo triste y conservando la calma, le dije: aunque no lo creas, estoy buscando amor. Nos rendimos los dos al fingir como tontos que yo era su esposa y él era mi marido. Pero al cabo de un tiempo yo no quería ser su esposa, y él quiso volver a ser el caballero infiel. Ahora él está feliz, volvió con la idiota. Yo recorro las calles buscando otro hombre, y aprendí que mentirse tiene patas muy cortas, y que la costumbre siempre va a matar al placer, al placer. 

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