1.6.10


Es hora de que pierda los estribos y dedique tiempo a mí. Y la investigación comienza cuando me pregunto ¿qué me pasa? No sé- pienso. Preferiría no saberlo. Hoy necesito ser fuerte y enfrentar la realidad, necesito dejar de convencerme que con lo que tengo me alcanza, y no estoy hablan do de algo material. Hay personas que podré reemplazar, otras que jamás cumplirán dicha necesidad... No, no quiero pensar en eso. Me acuerdo de cosas, de una persona en particular que nunca, jamás va a ser suplantada, ni nadie va a poder hacerlo. Tomo como ejemplo otra persona, muy importante también; me duele decir esto pero, ésta persona va a tener un suplente, y ese suplente con el tiempo no va a ser un reemplazo, de a poco va a tener significado propio para mí, que no va a ser el de reemplazar a dicha persona. Y cuando me acuerdo de que esa persona no está más, me agarra una incomprensión interior, porque me molesta saber que ESA persona está en un excelente estado, que sigue existiendo, y que no me atrevo ni a dirigirle la palabra por orgullo. Y mientras él rehace su vida y cosecha flores en su propio jardín, yo estoy acá suicidándome por dentro, haciendome cargo de acciones que no fueron por mi culpa... mientras tanto yo estoy acá aguantándome de no llorar una vez más. Ahí viene la etapa de la descarga, y después se siente como un alivio, como si me sacara un peso de encima. Acto seguido, ordeno los hechos de la ruptura en mi cabeza, y me pregunto ¿de verdad quiero volver a eso? y ahí me doy cuenta de que estoy mejor sin él... Esto pasa cada tanto, no con mucho tiempo de prolongación. Esa es mi rutina. Y mientras tanto tengo personas que, casi sin darme cuenta, me hacen olvidar del mal que predomina en mí y la realidad que cobra vida. Ayer fue el momento de sentir que toda la culpa era mía cuando en realidad no era así, y hoy estoy en la etapa realista por así decirlo... De que estoy mejor sin vos.
Agustina 

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