26.5.10

"Yo no sabía nada de todo esto, oh, lo siento tanto, Dios, lo siento". Melanie se lamentaba. No hay explicación lógica, y ya es muy tarde... ¡Muy tarde! Ella no creía en las palabras de Jim, y el autoengaño era su alimento diario. Cada carcajada fue en vano, fue una hipocresía. Nada existió para ella. Nada.


Las ganas de hacer el almuerzo para ambos la estresaban. Se recostó en su sofá color blanco, alzó el teléfono, y entonces sus dedos marcaron el número correspondiente. Jim debería pedir el delivery, desde su propia oficina. Era un capricho nada más. Él no se negaría, la amaba tanto.
-No, el señor Doherty no se encuentra en este momento. ¿Desea que le deje algún mensaje?
-Digale que si por favor no puede comprar algo al delivery. Hoy no me he sentido bien- mintió.
-En cuanto el esté de regreso será informado.
-Muchas gracias- Melanie se encogió de hombros desde el otro lado del teléfono.
Algunas veces a ella le molestaba ver la realidad, y darse cuenta de la vida de su futuro esposo rondaba a su alrededor. Se recostó en su cama, apagó la televisión, y comenzó a reflexionar sin querer hacerlo. ¿Y si él se daba cuenta de todo? ¿Qué pasaría en un futuro cercano? pensó. Jamás se daría cuenta... Ya la había perdonado una vez. ¿Y qué tal otra vez más? El miedo se apoderó de Melanie, pero ¿por qué? Cayó tendida en un sueño profundo por un largo rato. Se durmió pensando en él, en Jim, en su Jim. ¿Él pensaría también en ella, como ella en él? Melanie pensaba en él y la palabra 'culpa' la invadía. En cambio, lo que él sentía era un amor incondicional hacia ella... algo indescriptible.
La puerta se abrió de par en par, y el suelo dejó sonar las pisadas de cada paso que daba Jim. Dejó en la mesa el capricho de su prometida. Exhausto, se quitó su chaqueta color gris claro que llevaba puesta, y cayó tendido en su cama junto a Melanie. Ella despertó mientras él le besaba el cuello. <¿Cuándo vas a ser consciente de lo que soy, de lo que eres?>
-Hola mi amor- dijo Melanie con voz ronca, esbozando una sonrisa.
-Te eché de menos durante estos últimos tres días que estuve en Nueva York el proyecto está quedando fantástico-miró hacia el suelo, y añadió- Cuéntame, ¿qué has hecho sin mí?- Y sonrió irónicamente.
Un laberiento que experimentaba la mezcla de todos sus sentimientos la atacó. Acto seguido, silencio fue lo que se sintió en aquella habitación, con las paredes blancas.
-Pues yo... Yo he ido a ver a mi madre, y vinieron unas amigas de la primaria a cenar a casa-no podía mirarlo a los ojos después de todo lo que había echo.
-Deberías decirles de verse otra vez, aquí en casa así nos conocemos.
-Es una excelente idea-fingió-, voy a descansar, tengo migrañas.
-Te amo, ¿lo sabes, verdad?-Jim se acercó más a ella.
-Lo sé, y yo también lo siento igual-la culpa le carcomía las venas a Melanie, su orgullo se resignaba, y su dignidad... quizás ya dejara de existir.
Jim estaba yendo rumbo a la casa de su hermano, que se encontraba enfermo, de una gripe leve. Ella estaba pensando. Recordaba.
El viernes por la noche se puso su vestido rojo ajustado junto a sus tacones con plataformas. Se maquilló el rostro, y se marchó. Puso las llaves en el auto, y aceleró a todo lo que daba. Hay que ser lo más puntual posible... ¿no es así? Él tenía puesta su remera más ajustada negra, que le marcaba sus pectorales cuadrados y perfectos. Un pantalón negro le sentía bien, y esos zapatos blancos le quedaban de maravilla. James era un hombre muy apuesto, era el hombre que cumplía todas fantasías de Melanie, cada deseo. Él la invitó a pasar a su hogar, y ella accedió, con placer. Tomaron una copa de champagne cada uno, y de repente James apretó sus labios contra los de ella. ¡Que satisfacción que sentía Melanie! Ella le besó el cuello. Comenzaron a desvestirse lentamente... Sí, le estaba siendo infiel a Jim, una vez más. ¡Que terrible traición que protagonizaba! Vivió con James durante un período de dos días apróximadamente. Esto no podía ser verdad... la culpa se desbordaba.
Luego de recordar sus pecados recientes, Melanie despertó. El teléfono estaba sonando sin parar.
-¿Diga?
-¿Señora Doherty?
-Sí, ella habla, ¿qué sucede?- se adaptó la preocupación dentro de Melanie.
-Queremos informarle que su esposo, el señor Doherty ha entrado en un coma profundo, le ruego que venga ya-al ver que Melanie no respondía, la doctora añadió- necesitamos que lo reconozca. ¿Podría venir?
Ese fue el fin de la conversación. Sin siquiera colgar el teléfono, salió disparada hacia la puerta, dirigiéndose a su coche. ¡Cuánto tráfico había!
Era ventajoso tener al hospital a unas diez cuadras. Llegó. Era él. Era Jim. No, No podía ser posible. No podía estar inconsciente, no, no.
"Yo no sabía nada de todo esto, oh, lo siento tanto, Dios, lo siento". Melanie se lamentaba. No hay explicación lógica, y ya es muy tarde... ¡Muy tarde! Ella no creía en las palabras de Jim, y el autoengaño era su alimento diario. Cada carcajada fue en vano, fue una hipocresía. Nada existió para ella. Nada.
Ahora sus miedos tenían explicación... Ella no quería perder jamás a Jim. No podía estar en ese estado, todo por un accidente. Se sentía tan impotente al no poder hacer nada... Entonces decidió dedicarle unas palabras, que brotaron solas de sus labios:
-Perdóname por todo lo que he hecho, perdóname-rompió a llorar- vuelve, vuelve... no quiero que te vayas, dime que no me dejarás nunca.
rogaba Melanie... Pero ya era tarde; el corazón de Jim había dejado de latir... para siempre.

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