22.2.10

I wish.


Yo iba caminando por la calle, mientras el escaso viento rompía en mi cara, desarmando mi flequillo al costado que solía usar antes, con un rodete bien alto, de esta manera, formando un peinado algo sofisticado. Llevaba puesto un sobretodo negro, un jean chupin azul oscuro, junto con unas converse rojas, cuando de repente sin saber cómo ni por qué, me encontré con él.
-Hola- le dije desconcertada- hacía mucho que no te veía.
-Sí, tanto tiempo...- me dio la razón.
Era él, era el hombre de mis sueños, era aquél hombre que anhelaba todo el tiempo. Estaba en frente del motivo por el cual lloraba casi todas las noches bajo las sábanas. Era la persona que tanto deseaba y extrañaba aún cada vez más. Era el hombre que amaba.
-Perdoname, fui un idiota- se disculpó, mientras me pareció ver que le estaba a punto de caer un lágrima por las mejillas. Se hallaba mirando a los ojos fijamente, con una mirada que demostraba pena.
-¿Por... por qué?- tartamudeé, sin comprender la situación.
-Por todo, por haber sido así con vos estos últimos tiempos. Perdoname.
-No te preocupes, ya pasó demasiado tiempo.
-Te extrañé, y me doy cuenta de que me haces falta.- me confesó.
-Y vos a mí- repliqué luego de no poder callar una palabra más.
Se me acercó y me susurró al oído que me amaba. Yo no quise decirle que él todavía era todo para mí, pero mis labios rompieron el silencio. Se suponía que yo le guardaba todo el rencor y el resentimiento, y sentía rabia, mucha; por eso no quería perdonarlo otra vez. Pero lo hice, lo necesitaba conmigo.
Reposó su mano derecha en una de mis mejillas, y me besó. Sin pensar en nada más, le respondí el beso.
-Te necesito más que a nadie, por favor perdoname.- insistió.
¿Cómo no iba a poder perdonarlo? Podría haberlo perdonado una, dos, tres, mil veces quizás. Era mi todo. Aunque no quisiera, mi corazón siempre le ganaba a mi mente. Mis planes habían cambiado; ¿objetivo? Olvidarlo. ¿Método? Tiempo y distracción. No funcionó, por lo tanto me rendí, en ese momento, que él me decía tantas palabras que hubiese imaginado que no iba a escuchar jamás. Y ahí estaba, frente a mí, tomándome una mano. Mirando al cielo y sintiendo el viento fresco en su cara, y devolviendo una vez más su mirada hacia mí.
-Vos perdoname- lo corregí.
-No tengo que perdonarte nada yo.
-Vos te marchaste y no me opuse a que te fueras, ¿por qué? no lo sé. Cansancio quizás.
Nos besamos otra vez. Luego de eso no recuerdo muy bien lo que sucedió; estábamos riéndonos a carcajadas, abrazados. Y por supuesto, yo era la persona más feliz del mundo.

Hermoso sueño.

No hay comentarios.: